Por Rafa Martín Aguilera, septiembre de 2025
Hola, hoy quiero hablarte de un tema que, a pesar de su simplicidad aparente, encierra una complejidad fascinante: la lengua como biomarcador clínico. Os explico mi artículo: La lengua como biomarcador no invasivo de la salud sistémica: Un análisis de la semiología clínica y sus fundamentos en la medicina occidental
Esta herramienta milenaria en sistemas tradicionales como la Medicina China o el Ayurveda, la ciencia moderna la empieza a redescubrir su valor diagnóstico, validando lo que la sabiduría ancestral ya intuía: la lengua nos habla.
¿Qué nos dice la lengua?
Cuando observamos la lengua con atención clínica, no estamos simplemente mirando un músculo rosado más. En realidad, estamos ante una interfaz visible del sistema digestivo, inmunológico, metabólico e incluso emocional. La forma, el color, la textura, la capa o saburra y los patrones superficiales pueden darnos señales claras sobre desequilibrios internos, incluso antes de que aparezcan síntomas más graves.
Deficiencias que se manifiestan en la lengua
Uno de los aspectos más estudiados es la relación entre la lengua y las deficiencias nutricionales. Por ejemplo:
Vitamina B12: Su déficit se traduce en una lengua roja, lisa y dolorosa, lo que llamamos glositis atrófica.
Hierro: Una lengua pálida puede ser uno de los primeros signos de anemia ferropénica.
Otras vitaminas del grupo B también producen manifestaciones visibles: lengua magenta (B2), capa marrón (B3), etc.
Estos signos son sutiles, pero cuando aprendemos a leerlos, se convierten en pistas fundamentales para un diagnóstico temprano.
Infecciones, inflamación y enfermedades sistémicas
La lengua también puede revelar procesos infecciosos e inflamatorios. Un ejemplo clásico es la candidiasis oral: esa capa blanca, espesa, es a menudo un reflejo de un sistema inmunológico comprometido. Pero hay más: condiciones como la lengua geográfica, que muchos consideran “benigna”, se ha relacionado con enfermedades inflamatorias como la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa.
La ciencia moderna se suma
En mi artículo, recopilo varios estudios recientes que validan estas observaciones desde un enfoque cuantitativo. Por ejemplo:
En pacientes con enfermedad renal crónica, se ha demostrado que ciertos patrones en la lengua (fisuras, marcas dentales, textura) se correlacionan con la progresión de la enfermedad (Chen et al., 2024).
Un estudio con tecnología hiperespectral logró identificar alteraciones ginecológicas con una sensibilidad del 83 % (Wang et al., 2025).
Y en enfermedad hepática metabólica (MASLD), la lengua ha permitido diferenciar síndromes clínicos con una precisión del 87 % (Zhang et al., 2025).
Esto demuestra que la lengua no es solo relevante en medicina tradicional, sino que está encontrando su lugar en el diagnóstico médico moderno, gracias a herramientas como la inteligencia artificial y el análisis del microbioma lingual.
¿Qué implicaciones tiene esto?
No estoy diciendo que dejemos de lado los análisis de laboratorio o las pruebas de imagen. Pero sí creo —y la evidencia lo respalda— que el examen sistemático de la lengua puede ser una primera línea diagnóstica: accesible, económica, no invasiva, y sorprendentemente informativa.
Revalorizar esta práctica es volver a mirar al cuerpo con más respeto y menos prisa. Es comprender que nuestro organismo habla en muchos idiomas, y que la lengua —en todos los sentidos— es uno de los más reveladores.
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